[Re]Conocimientos, Renzo Rivera

¿Cuál es el estatus de la imagen en el instante previo al momento en el cual es consumida? Esa imagen, o más bien, ese estado de la imagen, detonan en la mirada conceptos e ideas que en la hipertextualidad del lenguaje plástico influyen en nuestro subconsciente.

Si el arte contemporáneo nos permite sentir la complejidad del tiempo en el que estamos inmersos (Andrea Giunta), el arte también nos señala una diversidad de maneras de vivir ese tiempo, que es a la vez álgido, desconcertante, traumático, nostálgico, idealizador, promisorio y catastrófico. La pintura contemporánea es búsqueda y experimentación que se mueve dentro de las múltiples posibilidades estéticas, sensoriales y discursivas del medio, en la que el montaje y la apropiación como recursos pictóricos resultan una forma de proponer nuevas narrativas que invitan al espectador a un sinfín de sensaciones y experiencias hacia el arte.

En esta búsqueda se encuentran las obras del artista Renzo Rivera (Valencia, 1992) que se exhiben ante la mirada de quien las observa como indicio de una operación habitual y al mismo tiempo excepcional, pero también como una medida de una duración específica, esos soportes anodinos en una suerte de humildad que es, a la vez, monumental y sutil, inteligente e irónica. En ella se emplazan visualmente la decadencia ilusoria del soporte pictórico y sentimientos del dolor, el horror, la violencia, la soledad, la identidad y los estados circunstanciales.

Liberándose del yugo de lo académico, la pintura adquiere aquí una dimensión de ficción artística para convertirse en un espacio de descripción conceptual capaz de expresar ideas que imperfectamente recaen en la ilusión y la sensualidad de la imagen; va más allá de la simple postura de la representación de la realidad para arrojar una mirada filosófica, original y desafiante de las convenciones del paradigma socio-cultural con el continuo cuestionamiento de la veracidad y la objetividad de la imagen, entendida como procedimiento de representación de lo real del mundo contemporáneo y sirviéndose como un mediador entre la manera con la que negociamos nuestras creencias e ideas de la realidad.

Como diría Arthur Danto: la obra de arte es un producto del mundo del arte, esto es de las teorías y de las expectativas que modalizan los objetos de nuestra percepción, así como cada uno de nuestros actos vitales.

La obra de este autor en su gestualidad pictórica refleja a través de las formas, pinceladas, trazos agitados e impetuosos, atmósferas llenas de tensiones que expresan su preocupación por asir la pintura en su movimiento hacia la apariencia. El elemento místico-religioso presente como metáfora estético-filosófica de la revelación de la luz como proceso trascendental del espíritu, acompaña la poética del horror y el vacío, la presencia-ausencia en el acto contemplativo y la decadencia, lo efímero, lo ilusorio. Se convierte así en una borradura emblemática cuyas líneas expresivas del dibujo desaparecen de nuestra vista por efecto de una sutil aniquilación intencional.

Se trata pues, de un ejercicio de saber detenerse ante la apariencia, dejarla cuando se está en camino hacia ella, hacer visible el proceso de la degeneración y el misterio, la aparición de lo figurable y lo invisible como una experiencia pura de deseo. Su obra expresa la adopción de perspectivas conceptuales y originales inspiradas en los grandes maestros de la pintura y la escultura, que transitan de lo referencial a lo simbólico, la ambientación e intervención influidos por la técnica del revelado fotográfico.

El recorrido descrito es, en sí mismo, bastante elocuente por las razones estéticas y de las estrategias plásticas adoptadas por el artista. Sin embargo, no podemos marginar de nuestro comentario un cierto ahondamiento analítico. Desde el punto de vista plástico, sus producciones se concretan a partir de la estructuración de un estudio donde se conjugan unos escenarios heterodoxos, trepidantes, sacrílegos y profundamente humanos que se embriagan con sus exóticos enfoques.

La obra de Rivera expone una estética que cuestiona radicalmente la cuestión de estilo apostando a la a-percepción, cuyo sentido surge de la poética de la perturbación visual, de su capacidad traumática para dejarnos las imágenes y los objetos que nos adentran irremediablemente a un territorio que va más allá de la imaginación. Invitando al espectador a repensar nuestro propio imaginario, identidad y memoria como testimonios fehacientes de la realidad.

Sintetizando, su obra se centra en el arte visual como algo que es, ha sido y está siendo sin mayores contradicciones, inscripción, aniquilación y concepto.

Antonio Odehnal.

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