Tras 18 años siendo receptores de voces altisonantes, de insultos. De no ser reconocidos, de ser excluidos. Observando cómo las libertades individuales han ido desapareciendo. De sentir que se es el enemigo de un gobierno que ha puesto en peligro la democracia… millones de venezolanos han tenido, de manera forzosa, que buscar maneras de adaptarse a las terribles circunstancias sociopolíticas del país.
La serie #Somos #Resilientes, concebida por Ricardo Arispe al fragor de las protestas antigubernamentales iniciadas en Venezuela en abril de 2017, recurre a la imagen (simbólica) del ciudadano protegido con una máscara antigás porque a sus reclamos en las calles por la resolución inmediata de problemas graves como la escasez de alimentos y medicinas, la indetenible espiral inflacionaria, el auge delictivo y la corrupción, el régimen ha tenido una sola y contundente respuesta: mandar a las fuerzas del “orden” público -en coordinación con grupos de paramilitares eufemísticamente llamados “colectivos”- a reprimir con bombas lacrimógenas toda manifestación legítima de quienes le adversan. Con lacrimógenas y luego con perdigones, metras, la ballenas y hasta balas… La propuesta de Arispe oscila entre la denuncia y el sarcasmo. #Somos #Resilientes puede hacer que el observador “trague grueso” o que no pueda evitar sonreír con cierto dejo de ironía.
La resiliencia, en el caso de este trabajo de Ricardo Arispe, es la reafirmación de que el miedo ya no tiene cabida en la población civil que se manifiesta activa, que se rebela contra el régimen opresor. Un puñado de demócratas que resiste y persiste, sin perder el sentido del humor, que es también transgresión. Más que adaptación, la rebelión subyace en estos retratos que se multiplican como se multiplica el descontento hacia un estamento político cuyo ominoso proceder ha obligado a muchos venezolanos a llevar entre sus accesorios una máscara antigás.
Ver también: Reseña por Johanna Pérez Daza en Prodavinci.com
