CENTRO CULTURAL UCAB

Pensar el decir

Jesús Caviglia

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La lectura es inseparable del cuerpo, eso lo sabemos desde Roland Barthes. La presencia del cuerpo y el ejercicio de la lectura en el ámbito de “un arte sin tabiques”, como lo llamaba John Cage, se lo debemos a las poéticas contemporáneas. Hoy aceptamos que el lector es también un espacio leído, observado, transgredido y seducido por los textos. La razón fue subrayada sin decoro por el escritor cubano Octavio Armand: “El cuerpo no puede estar solo. El alma necesita estar sola, necesita apartarse del cuerpo mismo (…) Pero el cuerpo necesita cuerpo”.

Leer una obra es entregarse y vivir una situación experimental. Ahí, humano y texto no están definidos por la distancia entre ellos sino por el deseo de relación, contagio: subsumirse uno en otro. Lo propio ocurre con la escritura. ¿Acaso un texto no es una energía desplegada hacia algo? ¿No se trata de un decir llevado hacia el cuerpo de otro? ¿No es leer recibir algo ajeno y contaminarse bellamente con ello? Para Armand: “La escritura, como el tatuaje, será un intento de poseer la carne, la piel, adueñándose de eso ajeno, inhóspito, incómodo (…) Literalmente se escribe sobre el cuerpo”.

Jesús Caviglia en esta muestra nos vincula a ese circuito del leer-decir-desear: exponer algo, hablar sobre algo, expresarse, apropiarse del otro. Él reúne, sin domesticarlos, cuerpos literarios, históricos, musicales, plásticos y humanos. En sus piezas, la pintura del Renacimiento, la literatura venezolana, la Onda Nueva de Aldemaro Romero, el cáliz religioso y la erótica de la buena mesa son entregados a una lucha ⎯a veces desmesurada⎯ por apoderarse unos de otros.

En cada obra el objeto es la evidencia exterior de una poética caníbal hecha de textos disímiles. Pero la experiencia es el verdadero soporte de las ideas del artista, aquello donde todo adquiere sentido. En esta exposición decir supone aparecer en la piel de un cuerpo distinto, esto equivale a tocar y contaminarse. Por eso, los objetos y sus memorias hablan de sí mismos de la única forma que es posible: declarando sus carencias y su afán por conquistar lo ajeno. En cada pieza ellos parecieran decir: “estoy aquí, siempre en este cuerpo extraño, incompleto, hecho de otros; solo puedo hablar de mis fragmentos unidos a los fragmentos de aquel a quien poseí”.

El ensamblaje ⎯técnica que hace posible todas estas obras⎯ relaciona el retrato con el diseño del libro, la escritura poética con la estructura de un marco, el volumen de un pincel o una espátula con los tipos móviles, la tridimensionalidad de la silla con la lectura de un mapa y la curvatura de una copa con la letra itálica de un documento antiguo. Pero nada de esto está completo sin nuestro cuerpo invadido de todo lo dicho por esos textos heterogéneos. Las obras al decir miran y poseen, buscan en la experiencia del visitante nuevas palabras, texturas y memorias que contaminar y anexar. Ahí vuelven a existir, sin importar si tuvieron otro origen y si dijeron algo en otra época u otro espacio. Al adosarse a un nuevo cuerpo ⎯que es el nuestro⎯ repiten sin pudor las palabras de Borges: “Cada quien nace donde puede”.

Humberto Valdivieso
Curador

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