Armando Villalon
Venezuela
Pocos artistas en venezuela cuentan con la fortuna del afecto y la admiraciñon tan rotunda de la ciudad que los vio nacer, como el que expresa Barquisimeto y los barquisimetanos por el maestro Armando Villalón.
Nacido en la capital del estado Lara el 6 de julio de 1945 en el seno de un hogar de clase media emergente, el hoy laureado paisajista incursionó en las artes plásticas siendo padre de familia y tras haber construido una sólida estabilidad económica y laboral gracias a sus habilidades para los negocios.
Sin embargo, esos logros muy bien merecidos, producto de su trabajo y esfuerzo por garantizar el bienestar para sus seres queridos, no amilanaron sus mas profundos deseos juveniles de ser pintor, y cerca de los 30 años de edad, en 1974, se inscribió en el taller de arte del maestro Ramón Diaz Lugo, uno de los mas consecuentes discípulos del maestro paisajista Rafael Monasterios.
Casi de inmediato el joven Villalón demostró unas cualidades extraordinarias para recrear el paisaje. Disciplinado en sus lecciones, pero sin empeñar sus convicciones plásticas, rápidamente logró definir un estilo propio caracterizado por el trazo fuerte y corto, ampliamente inspirado en los maestros impresionistas de Europa, cuya obra tuvo la oportunidad de estudiar a profundidad gracias al apoyo indisoluble de su esposa Ysabel, quien junto a sus dos pequeños hijos, no titubeó en embarcarse junto al artista en su periplo por complementar su formación artística en el viejo continente.
En 1981, el maestro Villalón arribó a la capital española, donde tomó clases de dibujo y pintura en el prestigioso Estudio Arjona y en el Taller de Serigrafía y Grabado de Madrid. Para entonces, la obra del “Pintor del Turbio” era ampliamente conocida en las principales ciudades de Venezuela: Caracas, Valencia, Maracay, Maracaibo y por supuesto su natal Barquisimeto, donde había conquistado galerías y centros de exposición de alto prestigio.
Pero una vez más, su inconformidad natural lo llevó alejarse de la comodidad de la fama, para continuar con su búsqueda insaciable por la excelencia, travesía que había comenzado en España con el estudio meticuloso de los impresionistas, especialmente de los pintores ibéricos Joaquín Sorolla y Joaquín Mir, de cuya obra se confiesa un cautivo durante esta etapa de su vida. La aleccionadora experiencia por Europa la completó su paso breve pero intenso por París, Londres, Roma, Munich y Amsterdam, siempre tras las huellas de los grandes maestros del arte universal.
De nuevo en Venezuela, a mediados de la década del 80, consigue madurar su trazo. Y tras arduas indagaciones sobre las tonalidades de la luz en los sucesivos 30 años, el maestro Villalón logra consolidarse como un laureado creador de atmosferas. Su paleta es tan cromática como genuina por lo que rápidamente fue embestido por la crítica y los coleccionistas con el título: “Pintor de la Bruma”.
Como era de esperarse, las sobrecogedoras escenas de firmamentos indescifrables o el embriagador cúmulo de sensaciones que generan sus espacios cerrados, no tardaron en despertar el interés de galerías, museos y salas de exposiciones en todo el país. Las conquistas de estos espacios y en las puntuales confrontaciones artísticas en las que decidía participar, porque nunca se vio a sí mismo como un cazador de premios, reivindicaron el paisaje en la escena plástica nacional y más allá de sus latitudes.
Investigador inquieto y perseverante, el maestro Villalón innova constantemente y sin conformarse con facilidad. Su obra es el resultado de un trabajo disciplinado, formal y planificado que le ha garantizado la coherencia plástica necesaria para ser exaltado como un Maestro.
Las cuatro décadas de trayectoria que lo embisten lo convierten en un referente del arte contemporáneo nacional y un embajador del paisaje venezolano en la actualidad, cuando su obra es ampliamente apetecida y valorada en otros países, principalmente Estados Unidos.